Antes que nada, lamento la precariedad de ésta edición, se hace lo que se puede con lo que se tiene. Lo importante es el mensaje je
"After Party" es un libro que empecé a escribir en marzo del 2018 en formato de diario y terminé hace una semana con un formato totalmente diferente: una novela. Durante mi viaje fui tomando apuntes en una libreta sobre todo lo que sentía y vivía cada día, primero en Berlín (Alemania) y luego en Tulum (México). Durante los 11 meses que duró mi viaje fui conocienco culturas, historias y personas que conformaron todo lo que hoy está plasmado en esas hojas.
Ahora me encuentro con un nuevo desafío: la re-escritura del libro y el mundo editorial. Llevo casi un año y medio inmersa en éste proyecto. Pude terminar de escribirlo suspendiendo visitas a amigos y familia, utilizando el tiempo libre que quedaba tras dormir y trabajar.
Todavía queda la parte difícil, una parte en la que tengo que dedicar mucho más tiempo y dedicación: la correción o reescritura, como me gusta llamarlo. Ese proceso en el que corregimos todos los errores gramaticales, nos aseguramos de que tenga forma y contenido real, y que sea un producto que valga la pena dar a conocer.
Yo creo que "After Party" es un libro que tiene un mensaje importante: aprender a querernos a nosotras mismas. Tras un año en el que estuve mucho tiempo sola y tuve que enfrentarme a situaciones machistas, donde me sentí vulnerada como mujer y denigrada como persona, en la que yo misma cometí errores a causa de todo eso, tras un año en el que me equivoqué, tomé malas decisiones y a la vez aprendí mucho de mí misma, quiero compartir con el mundo mi experiencia y decir que siempre se puede salir adelante.
Es un libro que empodera y construye. Habla de historia, de cultura, de comida (sobre todo de comida), de drogas, de fiestas, de excesos, de amor y de trabajo. Nada es fácil pero nada es imposible.
Quiero que mi escritura deje de ser un hobby para convertirse en mi trabajo. No hay nada que me guste más que escribir lo que vivo y vivir lo que escribo.
Éste es un pedido para apoyar un libro en crecimiento, un proyecto de amor propio y autodescubrimiento. La escritura es mi salvavidas y, ojalá, en un futuro, mi estilo de vida.
Soy Jimena Soliani, pueden encontrarme en Instagram como @jimesoliani, ahí comparto algunos textos cortos de vez en cuando, algunas frases de mi autoría y reflexiones. Con el apoyo de ustedes, en el futuro también podré crear mi página web para publicar más relatos y que otres también puedan leerme y compartirme. Porque la escritura es para eso: para crear puentes entre nosotres. Cualquier duda o consulta sobre mí o sobre el libro, que necesiten saldar para estar segures de invertir acá, pueden enviarme un mail a mjsoliani@gmail.com y con gusto responderé todas las dudas.
Agradezco de todo corazón que hayas llegado hasta acá.
Si no podés colaborar económicamente, al menos ayudame a difundirlo.
¡Muchas gracias!
Aquí abajo comparto la introducción de "After Party":
Inevitablemente, siempre elijo la ventana, es como una droga. Solo el hecho de pensar en no tener algo que me conecte con el exterior me hace sentir claustrofobia. No es una cuestión estética, y prefiero aguantar las ganas de ir al baño cuando duermen los del pasillo, a perderme la gracia de ver el mundo volverse pequeño al subir cientos de metros por encima de mi techo.
Estaba arriba del avión y miraba el suelo por primera vez: todo se volvía insignificante. Espiaba por la ventana, como en un juego, y veía una maqueta. No parecía el mundo real, sino una representación de ello: madera, cemento, pasto, plástico, teja. Se parecía más a un trabajo del último año de arquitectura que a la ciudad de Buenos Aires.
Empezaba a sentir las cosquillas en la panza cuando la presión aumentaba, el corazón me latía más veces de las que puedo contar en un segundo y sentía que me quedaba sin aire. Creo que así, también, se siente dejar el hogar: es como despegar.
Me dormía y me despertaba cada media hora. Entre sueño y sueño levantaba la pequeña persiana para observar, le dedicaba unos minutos al cielo y pensaba que, probablemente, en ese momento, el mundo seguía girando y todas las personas que no estaban en ese avión seguían con sus rutinas cotidianas.
Por ejemplo, ese pescador que solía mirar en las playas de Puerto López mientras empujaba con fuerza su bote, embarrando sus pantalones hasta las rodillas y limpiando el sudor de su frente con el dorso de su mano.
Por ejemplo, todas esas personas que subían y bajaban de los trenes en Constitución, que llevaban y traían maletines repletos de papeles con valores ficticios. Que se empujaban y se apuraban, que hacían cuentas mentales para ver si llegaban a fin de mes.
O la cholita que se sentaba en la Plaza 10 de Noviembre a vender arepas calentitas mientras que acomodaba el aguayo, de atrás para adelante, en el que un bodoque, de piel quemada y ojos chinos, lloraba por culpa del hambre. Quizás ahora está amamantando mientras una turista le regatea el precio.
Seguramente un gringo se impacientaba porque en su foto de Machu Picchu salía de fondo mucha otra gente que, como él, no estaba segura de por qué era importante ese lugar.
Una mujer debía estar besando a otra mujer en alguna playa perdida de Ecuador, mientras algún hombre hacía maniobras con su sexo para que no se notara su excitación.
En la tele, los mismos programas hablaban de los mismos temas banales, mientras un pueblo sufría desocupación, inflación y aumentos. Pero las mismas personas seguían instaladas en sus sillones haciendo zapping de Tinelli a Legrand.
Las vacas seguían formando filas para entrar al matadero, sin saber realmente de qué se trataba la libertad, y mis perras son tan libres que deben haberse quedado con mi cama y el vacío que deja la marcha de una hija.
Y si al final del día todas llegaban a una casa. Si a todas las esperaban con un plato de comida, si en algunas mesas se acumulaban las porciones de sobras de toda la semana y en otras solo había mate cocido, me preguntaba si a mí alguien me esperaba al otro lado del charco.
Me dormí y no me di cuenta si eso lo soñé o lo pensé.
En la ventana era de noche, mi reloj marcaba las tres y el plato de comida que me sirvieron bien podría haber sido la cena o el almuerzo. Los husos horarios habían perdido total sentido y en la cara me quedaron marcas de la almohada que me dieron las azafatas y un antifaz devenido en collar.
Eso del tiempo y el espacio, arriba del avión, no cumplía ninguna regla.
Por los altoparlantes informaron la llegada a Estambul y se prendió la luz del cartel que nos obligaba a utilizar el cinturón de seguridad. Por la ventana se empezaron a ver puntos naranjas y blancos dispersos por un manto negro.
Había una tensión en el ambiente que se volvió palpable a medida que el avión comenzó el descenso. La vibración de los motores se reflejó en los cuerpos de las pasajeras y muchas de las personas a mí alrededor cerraron sus ojos con fuerza.
No pude dejar de mirar hacia afuera; ví cómo una maqueta, totalmente diferente a la primera, se dibujaba y tomaba forma de inmensos edificios.
Divisé una mezquita a lo lejos y en ese instante sentí ganas de pedir o agradecer, no estaba segura. No tenía un Dios, pero creía que había algo más allá; al menos necesitaba creerlo, como todas las demás. Agradecí al Universo, a ese vacío legal y abstracto del que nos valemos las que no creemos en Dioses y Cristos, y junté mis palmas, a la altura del pecho, en postura de oración.
A mi lado, un hombre llevaba dos dedos a su frente, luego a su pecho, a sus hombros y a sus labios y, unos asientos más allá, otro hombre tenía las palmas hacia arriba, separadas en ancho de hombros, y con sus ojos cerrados apuntaba al cielo.
Alá, Dios, Universo. Universo, Dios, Alá. Al final todas necesitamos aferrarnos a esa idea de que algo o alguien, sin importar cómo, nos está cuidando.
El fin del viaje se anunció igual que los finales de las mejores películas en los cines de pueblos: tras ovaciones y aplausos de pie.
En caso de no recaudar el 100% de nuestro objetivo económico haremos lo siguiente:
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Con el 10%
Se acotarán los tiempos de re-escritura, corrección y edición del libro.
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Con el 25%
Se acotarán los tiempos de re-escritura, corrección y edición del libro.
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Con el 50%
Se acotarán los tiempos de re-escritura, corrección y edición del libro.
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Con el 75%
Se acotarán los tiempos de re-escritura, corrección y edición del libro.
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