Libro de 292 páginas, con ilustraciones de Daniel Ripesi
Las ideas que constituyen este libro no fueron escritas originalmente para este fin. No sabían dónde iban a ir a parar. Fueron ejercicios, intentos de diálogo con amigos imaginarios con los que a veces converso. Fueron también producto de trabajos y experiencias con otros, que necesitaban de una breve elaboración escrita para terminar de poder tomar alguna forma que las hicieran un poco más inteligibles. En este sentido fueron sin saberlo, devenires de diferentes jugares, que produjeron marcas, donde Gilles Deleuze y Donald Winnicott se encontraron, quizás sin haberse conocido y también con sus propias diferencias.
El jugar es algo que se menciona frecuentemente, pero en lo cual es difícil ahondar. Sabemos que como modo de tramitación y agenciamiento es frágil y precario. Puede desarrollarse sólo si encuentra una disponibilidad y una receptividad por parte del ambiente. La zona donde puede desplegarse.
Lo que nombramos como dispositivos transicionales exploran las condiciones necesarias para el desarrollo del jugar. Articulan un campo muy amplio de prácticas con otros, donde tratamos de sensibilizarnos para reconocer cuáles son las condiciones que posibilitan el uso. La posibilidad de poder vivir experiencias, ese universo potencial e intermedio que está ahí, para poderlo crear.
Para esto confiamos en nuestra sensibilidad y en nuestra capacidad de pensar, de reconocer, de nombrar, ya no desde sistemas totalizadores y universales, sino más bien a partir de nuestras propias ideas y lenguajes. Pensamientos fragmentarios y subalternos que, considerando las micropolíticas foucaultianas nos permitan ir desarrollando los micropsicoanálisis que hagan lugar a las transferencias por venir.
Eduardo Smalinsky
En caso de no recaudar el 100% de nuestro objetivo económico haremos lo siguiente:
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